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¿Abundancia para quién? Una mirada de los telares desde la economía y las finanzas

Uno de los aspectos más sensibles/delicados de revisar sobre los telares de abundancia es su fundamento económico.

 

Esto, porque una gran parte de las personas que deciden participar en los telares lo hacen, entre otras cosas,  ante la promesa de una oportunidad de financiamiento rápido y gratuito (sin pago de intereses) y la posibilidad de formar parte de un sistema económico diferente, más noble, equitativo y centrado en la persona.

 

En esta era de capitalismo desmedido, concentración de riqueza y extracción irresponsable de los recursos naturales, no es de sorprender que esta propuesta genere tanto interés. Y es que es tanto el malestar, y (necesario) cuestionamiento del sistema económico imperante que, naturalmente, nos abrimos con premura ante cualquier propuesta que parezca ir en dirección de lo colaborativo, lo “circular” y lo solidario.

 

Es este anhelo, sin embargo, el que tantas veces nos ciega, impidiéndonos indagar más allá de la persona que convoca a un telar; de la amistad, la confianza y la creencia de que en estos espacios se abre una nueva forma de  intercambio económico. A través de estas líneas, quisiera por tanto,  cuestionar que esta forma – desde la mirada económica – sea realmente tan novedosa, y que sea capaz de entregar (a todos) lo que promete.

 

Funcionamiento

Un “telar de la abundancia” es solo una de las  decenas de denominaciones adoptadas por los conocidos esquemas piramidales que han afectado a cientos de miles de personas en el mundo.

 

Estos esquemas entraron en funcionamiento hace muchísimos años, y cada cierto tiempo reaparecen en los países o círculos de confianza vestidos de nuevos conceptos, títulos y denominaciones. Pero nada cambia respecto a su mecanismo de funcionamiento. Un disfraz es un disfraz.

 

Los telares de la abundancia son “pirámides abiertas”* en las que los participantes tienen que recomendar y referir a más personas con el objetivo de que los nuevos participantes produzcan beneficios (“regalos”) a los participantes originales. En estas, los participantes no suelen sentirse engañados, porque tienen muy claro cuál es el funcionamiento del esquema. El problema es que no lo conciben como piramidal, y tienen desconocimiento sobre las implicancias de largo plazo del sistema, y de conceptos clave, como la saturación. Veamos de qué se trata.

 

La primera vez que se arma un telar, se requerirán 15 personas interesadas en participar para beneficiar a 1 con los “regalos” aportados por 8 de éstas (En Chile, cada regalo es de 1.000.000 pesos o USD 1.200 en promedio). Cuando el telar inicial se divide en 2 “células”, se requerirá la participación de 30 personas, para beneficiar a 2, dejando a 28 personas sin cobrar. Hacia la división o fase Nº 10 del proceso, se habrán formado 512 telares, sumando la participación de 7.680 personas y beneficiando a 512 con los regalos. Hacia la fase Nº 20 se habrán creado 524.288 telares y beneficiado a 524.288. Pero esto requeriría la participación de 7.864.329 personas y dejaría a otras 7 millones de personas sin “cobrar” las cuales, para continuar con el proceso, deberían reclutar a más de 8 millones de personas nuevas. En otras palabras…

 

 

Colapso

Como el ejemplo anticipa, para que el esquema funcione, es necesario que el número de participantes nuevos sea mayor al de los existentes y que continúe creciendo de manera exponencial para beneficiar a las nuevas “capas” del telar.

 

Sin embargo, cuando la población de posibles participantes se acaba (o el sistema quiebra por falta de confianza) las últimas capas pierden el dinero aportado. Así, la mayoría de los participantes (si se considera el total de “células” abiertas) terminan sin beneficio alguno tras haber financiado las ganancias de los primeros.  La figura que mejor recupera esta estructura es una pirámide, no un círculo. Es un modelo inviable ya que, una vez iniciado el proceso, debe iterar infinitas veces para que todos puedan beneficiarse.

 

Una de las soluciones que se anticipa a los participantes preocupados por este tema es la “retejida” – la opción de volver a unirse a un telar “reinvirtiendo” el dinero recibido. Para que esto funcionara, sería necesario que el 100% de los recursos recibidos fueran devueltos a sus células de originen, básicamente reversando el movimiento de dinero creado. No es posible, en ningún formato, “ampliar” la cantidad de dinero disponible solo ingresando nuevas personas al gran telar. Esto solo se logra -en términos económicos- con un sistema de “generación de riqueza” que aumentará las utilidades, ganancias, o valor creado por los participantes. De otro modo, solo estaríamos redistribuyendo renta, o cambiando quién tiene el dinero en qué momento.

 

¿Y podríamos implementar un sistema así? Claro. De hecho ya lo hacemos. Yo podría, por ejemplo, utilizar mis “regalos” para echar a andar un negocio o emprendimiento y con las ganancias generadas devolver el monto total originalmente recibido (en la lógica de un crédito libre de intereses). Pero entonces quedarían fuera todos los usos “no productivos” que impedirían la devolución total de los regalos sin generar pérdida. No digo que esto no tenga sentido. Podríamos argumentar que un préstamo sin intereses es siempre bienvenido. Pero insisto que la totalidad de recursos debiese ser reinsertada en el sistema, limitando las posibilidades de uso de los “regalos” recibidos en cada vuelta del telar y apostando a que todos los participantes, sin excepción, devolvieran sus regalos. De otro modo el sistema igualmente colapsaría.

 

Más allá de la economía

Los esquemas piramidales suelen moldearse en torno a “causas” importantes, nobles y unificadoras, penetrando con rapidez comunidades muchas veces bien intencionadas, pero desinformadas.  Suelen también ceñirse a un discurso polarizado: o esto es una estafa* o es un nuevo mundo. Y con esto se polariza también la posición. Estamos más preocupados  por decidir si quiero o no ser parte de esto nuevo que se está gestando, de entender en profundidad los fundamentos que están detrás.

 

[*Quisiera detenerme aquí por un instante para aclarar que el concepto de estafa no alude (necesariamente) a la intención, motivación, o ánimo original de quien convoca a un telar, sino al resultado último del esquema para la mayoría de los participantes: un perjuicio económico no anticipado. Y existen también personas que, sabiendo todo esto, apuestan a estar lo suficientemente arriba en la pirámide como para percibir beneficios antes de dicha saturación del mercado]

 

Además, hay muchas personas que encuentran en los telares increíble valor, más allá de los recursos económicos esperados (comunidad, tribu, vínculos, confianza, humanidad). Pero entonces me pregunto, ¿no será mejor encontrarnos con todo esto en otros tipos de espacio? Esos donde todos ganamos y donde nuestras motivaciones primarias se ponen por delante: ¿Por qué quiero participar? ¿Estoy haciendo esto sin esperar nada a cambio? ¿Cómo me siento respecto a la (inevitable) pérdida económica de las personas que vienen después que mi?

 

Seamos muy honestos con nosotros mismos, informémonos. No evadamos esa responsabilidad. No sea que por querer cambiar el mundo, contribuyamos a perpetuar todo aquello que rechazamos.

 

Pamela Frenk

Economista Universidad de Chile

Master en Salud Pública

Terapeuta Ayurveda

Socia fundadora Sabia Escuela de Saberes

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